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miércoles, 1 de agosto de 2007

El Concilio de Nicea

El Concilio de Nicea

Don Closson


Introducción

La doctrina de la trinidad es fundamental para la singularidad del cristianismo. Sostiene que la Biblia enseña que "Dios existe eternamente como tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y cada persona es plenamente Dios, y hay un solo Dios".{1} Esta enseñanza es tan fundamental que está incorporada en las palabras que Jesús dio a la iglesia en su Gran Comisión, cuando indició a los creyentes que ". . . [fueran e hicieran] discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo . . ." (Mateo 28:19).

No es sorprendente, entonces, que la doctrina de la trinidad sea una de las creencias más denostadas y atacadas por los que están fuera de la fe cristiana. Tanto los mormones como los testigos de Jehová rechazan esta doctrina fundamental y dedican una energía considerable a enseñar en su contra. Gran parte de la instrucción del movimiento de los testigos de Jehová trata de convencer a otros que Jesucristo es un ser creado, que no existió en la eternidad pasada con el Padre, y que no es plenamente Dios. Los mormones no tienen ningún problema con que Jesús sea Dios; en realidad, ponen la deidad al alcance de todos los que siguen la enseñanza de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Un estudioso mormón sostiene que existen tres Dioses separados--Padre, Hijo y Espíritu Santo--que son uno en propósito y, de alguna forma, siguen siendo un Dios.{2} Otro escribe: "El concepto de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un Dios es totalmente incomprensible".{3}

Entre las religiones del mundo, el islamismo enseña específicamente en contra de la trinidad. El capítulo cuatro del Corán dice: "¡No digáis 'Tres'! ¡Basta ya, será mejor para vosotros! Alá es sólo un Dios Uno. ¡Gloria a Él Tener un hijo!" (4:171). Si bien Mahoma parece haber creído erróneamente que los cristianos enseñaban que la Trinidad consistía en Dios el Padre, María la Madre y Jesús el Hijo, ellos rechazan como pecaminoso que algo sea hecho equivalente a Alá, especialmente Jesús.

Una crítica habitual de quienes rechazan la doctrina de la trinidad es que la doctrina no era parte de la iglesia primitiva, ni fue una enseñanza consciente de Jesús mismo, sino que fue impuesta a la iglesia por el emperador Constantino a principios del siglo IV, en el Concilio de Nicea. Los mormones sostienen que los componentes del pensamiento pagano de Constantino y la filosofía griega fueron impuestos a los obispos que se reunieron en Nicea (en la actual Turquía). Los testigos de Jehová creen que el emperador presionó en contra del punto de vista de ellos--que fue la posición sostenida por Arrio en el concilio--y obligó a la iglesia a seguirlo.

En lo que resta del artículo trataremos el impacto que los tres individuos clave--Arrio, Constantino y Atanasio--tuvieron sobre el Concilio de Nicea. También responderemos a la acusación de que la doctrina de la trinidad fue resultado de la presión política más que de una deliberación cuidadosa sobre la Biblia de un grupo de dedicados líderes cristianos.

Arrio

Consideremos primeramente al instigador del conflicto que dio lugar al concilio, un hombre llamado Arrio.

Arrio era un predicador y presbítero popular de Libia al que se le dieron deberes pastorales en Baucalis, Alejandría, en Egipto. La controversia comenzó como un desacuerdo entre Arrio y su obispo, Alejandro, en 318 d.C. Sus diferencias se centraban en cómo expresar la comprensión cristiana de Dios usando el lenguaje filosófico corriente. Este tema se había vuelto importante debido a las diversas visiones heréticas de Jesús que se habían introducido en la iglesia a fines del siglo segundo y principios del tercero. El uso de lenguaje filosófico para describir realidades teológicas había sido habitual a lo largo de la era de la iglesia, en un intento por describir con precisión lo que había sido revelado en la Biblia.

Alejandro sostenía que la Biblia presentaba a Dios el Padre y a Jesús con una naturaleza igualmente eterna. Arrio sentía que los comentarios de Alejandro apoyaban una visión herética de Dios, denominada sabelianismo, que enseñaba que el Hijo era meramente un modo distinto del Padre, más que una persona diferente. Los testigos de Jehová sostienen hoy que la posición de Arrio era superior a la de Alejandro.

Si bien algunos historiadores creen que la verdadera naturaleza del argumento original ha sido oscurecida por el tiempo y el prejuicio, la disputa se volvió tan divisiva que atrajo la atención del emperador Constantino. Este reunió a los líderes de la iglesia para el primer concilio ecuménico, en un intento por poner fin a la controversia.

Cabe decir que ambos lados de este debate sostenían un alto concepto de Jesús, y ambos usaban a la Biblia como su autoridad en el tema. Hay quienes dicen que la controversia jamás habría causado un disenso tan grande si no hubiera sido inflamado por las luchas políticas internas en la iglesia y las distintas interpretaciones de los términos usados en el debate.

Arrio fue acusado de sostener el punto de vista de que Jesús no estaba solo subordinado al Padre en función, sino que Él era de una sustancia inferior en un sentido metafísico también. Esto fue ir demasiado lejos para Atanasio y otros, que temían que toda terminología que degradara la plena deidad de Cristo podría poner en tela de juicio su papel como Salvador y Señor.

Algunos creen que la posición de Arrio era menos radical que la que suele percibirse hoy. Stuart Hall escribe: "Arrio sentía que la única forma de asegurar la deidad de Cristo era colocarlo en el escalón inmediatamente inferior al Padre, quien permanecía más allá de toda comprensión".{4} Agrega que, independientemente de las diferencias entre ambos bandos, "ambas partes entendían que el rostro de Dios era revelado benignamente en Jesucristo".{5}

El emperador Constantino

Muchos que se oponen a la doctrina de la trinidad insisten en decir que el emperador, Constantino, la impuso a la iglesia primitiva en 325 d.C. Debido a su importante papel en convocar a los líderes de la iglesia en Nicea, podría ser útil echar una mirada más cercana a Constantino y su relación con la iglesia.

Constantino pasó a ocupar el poder supremo en el Imperio Romano en 306 d.C., mediante el uso de alianzas y asesinatos, según la necesidad. Fue bajo el Edicto de Milán de Constantino, en 313 d.C., que finalizó la persecución de la iglesia y fueron devueltas las propiedades confiscadas de la iglesia.

Sin embargo, la naturaleza de la relación de Constantino con la fe cristiana es compleja. Él creía que Dios debía ser apaciguado con la adoración correcta, y alentó la idea entre los cristianos de que él "servía al Dios de ellos".{6} Parece ser que la participación de Constantino en la iglesia se centraba en su esperanza de que ésta podría convertirse en una fuente de unidad para el atribulado imperio. No estaba interesado tanto en los detalles más finos de la doctrina como en finalizar una disputa causada por desacuerdos religiosos. Escribió, en una carta: "Mi designio era, entonces, primeramente traer los diversos juicios encontrados por todas las naciones con relación a la Deidad a una condición, por así decirlo, de uniformidad acordada; y, en segundo lugar, restaurar un tono saludable al sistema del mundo . . ."{7} Esto hizo que apoyara diversos lados en temas teológicos, dependiendo de cuál lado podría ayudar a hacer que prevaleciera la paz. Constantino fue finalmente bautizado poco antes de su muerte, pero su compromiso con la fe cristiana es un tema de debate.

Constantino participó en una tradición recién establecida de emperadores romanos que se entremetían en los asuntos de la iglesia, y la realzó. En la iglesia primitiva, la persecución era la política general. En 272, Aureliano removió a Pablo de Samosata de su iglesia en Antioquía por una controversia teológica. Antes del conflicto sobre Arrio, Constantino había convocado un pequeño sínodo de la iglesia para resolver el conflicto creado por los donatistas, que apoyaban la remoción de sacerdotes que entregaron escritos sagrados durante los tiempos de persecución. Los donatistas fueron reprendidos por un sínodo de la iglesia. Constantino pasó cinco años intentando suprimir su movimiento por la fuerza, pero finalmente renunció en frustración.

Luego, la controversia arriana sobre la naturaleza de Jesús fue traída a su atención. Sería un debate complejo, porque ambos lados tenían en alto concepto a Jesús, y ambos lados apelaban a la Biblia para defender su posición. Para definir el tema, Constantino convocó el Concilio de Nicea, en 325 d.C., en el que participaron principalmente líderes de la iglesia oriental. Consistente con su deseo de unidad, en los años siguientes Constantino vacilaría entre apoyar un lado teológico y el otro si pensaba que pondría fin al debate.

Lo que queda claro es que el papel activo de Constantino al intentar resolver disputas eclesiásticas sería el comienzo de una nueva relación entre el imperio y la iglesia.

Atanasio

El Concilio de Nicea fue convocado el 20 de mayo de 325 d.C. Los 230 líderes de la iglesia concurrieron para considerar una pregunta vital para la iglesia: ¿Era Jesucristo igual a Dios el Padre o era Él otra cosa? Atanasio, un joven de solo veintitantos años, asistió al concilio para luchar por la idea de que "si Cristo no fuera verdaderamente Dios, entonces no podría otorgar vida a los arrepentidos y liberarlos del pecado y la muerte".{8} Él lideró a los que se oponían a las enseñanzas de Arrio, que sostenía que Jesús no era de la misma sustancia que el Padre.

El Credo de Nicea, en su totalidad, afirmaba la creencia ". . . en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador de todo lo visible y lo invisible. Y en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó y se hizo hombre; padeció y resucitó al tercer día, y subió al cielo y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos. Y en el Espíritu Santo".{9}

El concilio reconoció que Cristo era Dios de Dios verdadero. Si bien el Padre y el Hijo diferían en sus papeles, ellos, y el Espíritu Santo, eran verdaderamente Dios. Más específicamente, Cristo es de una sustancia con el Padre. La palabra griega homoousios se usó para describir esta igualdad. El término era polémico, porque no aparece en la Biblia. Algunos preferían una palabra diferente que transmitiera similitud más que igualdad. Pero Atanasio y la casi unánime mayoría de los obispos sintieron que esto podría resultar con el tiempo en la disminución de la igualdad de Cristo con el Padre. También sostenían que Cristo fue engendrado, no hecho. Él no es una cosa creada en la misma clase que el resto del cosmos. Concluyeron por postular que Cristo se hizo humano para la humanidad y su salvación. El concilio fue unánime en su condena de Arrio y sus enseñanzas. También removió dos obispos libios que se rehusaron a aceptar el credo formulado por el Concilio.

La creciente participación de los emperadores romanos en la iglesia durante el siglo cuarto a menudo distó de ser benéfica. Pero no fue tanto Atanasio y sus seguidores quienes buscaran el respaldo del poder imperial, sino los arrianos quienes estuvieron en realidad a favor de que el emperador tuviera la última palabra.

Resumen

¿Impuso Constantino la doctrina de la trinidad a la iglesia? Contestemos algunos de los argumentos usados en apoyo de esta creencia.

Primero, la doctrina de la Trinidad era una creencia sostenida ampliamente antes del Concilio de Nicea. Dado que el bautismo es un acto de obediencia universal para los nuevos creyentes, es significativo que Jesús usara un lenguaje trinitario en Mateo 28:19, cuando da la Gran Comisión para hacer discípulos y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La Didaché, un primitivo manual sobre la vida de la iglesia, también incluía un lenguaje trinitario para el bautismo. Fue escrito a fines del primer siglo o a principios del segundo siglo después de Cristo. Encontramos que Hipólito vuelve a usar terminología trinitaria alrededor de 200 d.C., en una fórmula usada para interrogar a los candidatos para el bautismo. Se les pedía a los nuevos creyentes que afirmaran su creencia en Dios el Padre, Cristo Jesús el Hijo de Dios, y el Espíritu Santo.

Segundo, el gobierno romano no apoyó consistentemente la teología trinitaria o a su ardiente apologista, Atanasio. Constantino alternó en su apoyo de Atanasio porque estaba más preocupado por mantener la paz que por la teología misma. Exilió a Atanasio en 335 y estuvo a punto de reincorporar a Arrio justo antes de su muerte. Durante los cuarenta y cinco años en que Atanasio fue obispo de Alejandría, en Egipto, fue desterrado al exilio cinco veces por diversos emperadores romanos.

De hecho, emperadores posteriores impusieron una visión arriana a la iglesia de una forma mucho más directa que el apoyo de Constantino al punto de vista trinitario. Los emperadores Constancio II y Juliano desterraron a Atanasio e impusieron el arrianismo al imperio. Se dice que el emperador Constancio dijo: "Aquello que yo desee, eso sea considerado un canon", igualando sus palabras con la autoridad de los concilios de la iglesia.{10} Los arrianos, en general, "tendían a favorecer el control imperial directo de la iglesia".{11}

Finalmente, los obispos que asistieron al Concilio de Nicea eran demasiado independientes y estaban demasiado endurecidos por la persecución y el martirio como para ceder tan fácilmente a una doctrina con la que no estaban de acuerdo. Como ya hemos mencionado, muchos de los obispos fueron desterrados por emperadores que apoyaban el punto de vista arriano, pero siguieron manteniendo sus convicciones. Además, el Concilio de Constantinopla, en 381, reafirmó la posición trinitaria luego de la muerte de Constantino. Si la iglesia hubiera sucumbido temporalmente a la influencia de Constantino, podría haber rechazado la doctrina en este concilio posterior.

Al poseer la libertad para convocar un concilio ecuménico luego del Edicto de Milán, en 313, una cantidad significativa de obispos y líderes de la iglesia se reunieron para considerar diversos puntos de vista sobre la persona de Cristo y la naturaleza de Dios. El resultado fue la doctrina de la trinidad que los cristianos han sostenido y enseñado durante más de dieciséis siglos.

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